Poner a calentar una cazuela con el aceite de oliva.
Echar la piel de limón a la cazuela. Ojo solo a la parte amarilla, eliminar todo lo blanco del limón, porque amarga.
Dejar que el aceite se cocine unos minutos con la piel del limón. Después retirarlo del fuego dejar que se temple y retirar el limón.
Templar el mosto de vino hasta que esté a 38 grados más o menos. No calentar en exceso para no matar las bacterias de la levadura.
Disolver la levadura fresca en el mosto.
Batir los 5 huevos ligeramente
En un bol amplio mezclar el mosto con el aceite (ya templado).
Añadir los huevos y seguir mezclando.
Echamos el azúcar al bol e integramos con los ingredientes líquidos.
Después vamos echando poco a poco la harina para que vaya absorbiendo el líquido. Hay que dejar unos 200-300 gr de harina para ir añadiendo mientras e amasa a mano.
Amasar a mano y añadir la harina reservada.
Cuando la masa esté lista se hace una bola y la dejamos reposar en un bol con un poco de harina en las paredes, al menos unas dos horas, tapada con un paño, en sitio cálido y sin corrientes de aire, hasta que la masa doble su volumen.
Tras esa espera, espolvoreamos la mesa de trabajo de harina, cogemos la masa y hacemos porciones de unos 80gr, aproximadamente.
Cada porción se moldea en forma de bola, las colocamos en una bandeja de horno cubierta con papel vegetal.
Las tapamos nuevamente con un paño y dejamos que reposen un poco para que tomen más tamaño. Una hora y media aproximadamente.
Precalentamos el horno a unos 200 grados.
Mientras, con el huevo que nos queda untamos las bolas de masa de la bandeja que no deben tocarse unas con otras, y espolvoreamos azúcar por encima de cada bola.
Hay que hacer varias hornadas hasta que los bollos están listos, se hornean unos quince minutos a 200 grados, hay que conseguir que estén dorados.
Una vez listos los dejamos enfriar fuera del horno
