Historia de Al-Andalus/Invasión árabe de España y el Emirato Dependiente (711-756)
Durante la segunda mitad del siglo VII, el Estado visigodo sufrió una auténtica guerra civil originada por los esfuerzos de los reyes visigodos para imponerse a la nobleza, que culminó en un conflicto entre las familias de los reyes Chindasvinto y Wamba, a inicios del siglo VIII. El valí (gobernador árabe) del Norte de África, el yemení Musa ibn Nusayr (c.640-c.717), planificó la conquista islámica de España aprovechando la crisis política interior del reino visigodo. El subalterno de Musa, Tariq ibn Ziyad, gobernador de Tánger, desembarcó en España con 7.000 hombres en abril del 711, logrando consolidar una cabeza de puente en Gibraltar, tras ser reforzado con otros 5.000 soldados.
El rey visigodo Rodrigo (710-711), que combatía en el norte contra los vascones, debió marchar apresuradamente al sur a enfrentarse a los invasores. En la batalla del Guadalete (julio del 711), los musulmanes derrotaron al Ejército visigodo sin paliativos, debido a la traición de los militares favorables a Agila II, hijo del predecesor de Rodrigo, Witiza (702-710). Tras la muerte de Rodrigo, Tariq conquistó Toledo y Guadalajara. Musa ibn Nusayr desembarcó en Gibraltar en 712 con 18.000 hombres y tomó Sevilla y Mérida, para reencontrarse con Tariq en Toledo.
Desde allí, el ejército islámico comandado por Tariq y Musa conquistó Zaragoza, Asturias y Galicia. En septiembre de 714, Musa y Tariq fueron llamados a Damasco por el Califa Omeya Suleimán I (715-717) para rendir cuentas de su invasión a España. Musa dejó a su hijo Abd el-Aziz, como primer Emir de Al-Andalus (714-716), quien conquistó Portugal, Málaga, Granada, Pamplona, Tarragona, Gerona y Narbona. Además, Murcia fue anexada tras un acuerdo con el conde Teodomiro, en el cual, Egilona, viuda de Rodrigo, se casó con Abd el-Aziz. La capital fue establecida inicialmente en Sevilla para después quedar finalmente en Córdoba.
Durante los próximos 42 años, al-Ándalus fue una provincia del Imperio islámico de los Omeyas, dirigida por un gobernador nombrado por el valí del Norte de África. Durante esta primera etapa denominada Emirato Dependiente, se produjeron numerosos enfrentamientos entre los bandos de la aristocracia árabe. Pero el conflicto más grave estuvo protagonizado por los bereberes, en el 741, al sentirse discriminados frente a los árabes. Para sofocar la rebelión acudió un importante contingente de sirios que acabaron asentándose en la península Ibérica. La inestabilidad política de al-Ándalus permitió al reino cristiano de Asturias, surgido tras la batalla de Covadonga (722), afianzar su independencia.
Los árabes no impusieron la religión musulmana a la población de la España recién conquistada; ésta pasó a formar parte de las “gentes del libro”, es decir, de los adeptos a las religiones reveladas. Al igual que las pequeñas comunidades judías, los españoles cristianos pudieron conservar el libre ejercicio de su culto, pero al continuar vinculados a su antigua religión, debían pagar impuestos especiales. Muchos españoles, a quienes el gobierno visigodo había privado de sus bienes, optaron por la conversión al Islam, lo que les confería de forma automática el disfrute del estatuto personal de los musulmanes de nacimiento.
Estos neo-musulmanes formaron el núcleo más nutrido de la población islámica, sobre todo en el sur y este de España y eran denominados en al-Ándalus con el término genérico de muwalladun (muladíes). Los españoles que no se convirtieron al Islam y conservaron la fe cristiana fueron llamados mozárabes (musta'rib), los cuales constituyeron las comunidades más numerosas y prósperas de Toledo, Córdoba, Sevilla y Mérida, a mediados del siglo VIII. En cuanto a los judíos de España, que habitaban principalmente en ciudades conservaron el derecho a practicar su culto, pero debieron pagar los impuestos especiales que recaían sobre los tributarios. En 732, el emir Abd al-Rahman ibn 'Abd Allah al-Gafiqi invadió Francia, llegando hasta Tours, donde fue derrotado por el regente franco Carlos Martel (688-741), en lo que fue una batalla muy nivelada hasta que se conoció la noticia de la muerte de Abd al-Rahman en combate, lo cual ocasionó la retirada de los mulsumanes. El límite septentrional de al-Ándalus se estableció en el río Aude, al norte de los Pirineos.