Historia digital del Arte/ El arte prehistórico
Una de las primeras preguntas que se hace el historiador del Arte es ¿cómo surge? ¿cuál era su función primaria? Sabemos que los artistas modernos crean a partir de la necesidad expresar una posición política, una emoción percibida a través de los sentidos, una crítica a la sociedad. Pero ¿por qué hacía Arte, por qué pintaba, esculpía, boceteaba el hombre prehistórico?
Las manifestaciones artísticas más antiguas que conocemos ocurren en cuevas, refugios domésticos del hombre primitivo, y están constituidas por dibujos de animales y figuras humanas en actividades de casa. Es notable la fidelidad que estos primeros dibujos guardan a la realidad natural, al animal verdadero; existe un cuidadoso tratamiento de las proporciones, de las características del animal real.
Mucho se ha discutido sobre la motivación de los paleolíticos para llevar a cabo las magníficas ilustraciones que hacían en las paredes rocosas de las cuevas. ¿Tenían acaso un fin decorativo? ¿Quien pintaba, lo hacía por placer?
El esmero que los artistas paleolíticos ponían al desarrollo de sus obras sólo puede explicarse, según el historiador húngaro Arnold Hauser, a su finalidad mágica. Al representar al bisonte herido, el artista se hace dueño de ese bisonte que muere, es suyo. El arte es apenas una continuación, nítida y homogénea, del mundo real. Es precisamente porque el animal dibujado es, para el hombre prehistórico, el animal real, que la representación gráfica debe ser perfecta. El artista debe matar al animal a través de su muerte en efigie.
Hauser presenta otros argumentos para dejar establecida su tesis de la finalidad mágica del arte primigenio. Uno de ellos, el hecho de que las pinturas rupestres se encontraban - en la mayoría de los casos - en los rincones más oscuros, alejados y recónditos de las cuevas. Lugares que no eran apropiados para que el ser humano permaneciera, sino más bien, que tenían el ambiente propicio para la celebración del ritual mágico.
Por otro lado, ocurre en muchas de estas cuevas que las figuras se amontonan unas encima de otras, con absoluto desprecio a la dificultad para interpretar las obras que esto implica, sugieriendo probablemente que, una vez seleccionado el lugar "apropiado" para el ritual de la pintura, este quedaba "fijado" de manera permanente.