Orígenes del Neolítico en Andalucía/Los enterramientos y el mundo ritual
En cuanto a la religiosidad debemos de revisar e incluso rechazar lo que L. Siret propuso en 1908. Según Isabel Rubio, dentro del territorio peninsular no se señalan yacimientos que puedan presentar las características de un santuario, pero esto es discutible ya que sus publicaciones son anteriores a la de la cueva de Els Trocs en Bisauri, la Lampara en Ambrona y Mas d’Is en Penaguila. Por otro lado señala en que no se han encontrado pequeñas estatuillas femeninas y/o masculinas frecuentes en las regiones occidentales del continente, que no llegarán hasta el Megalitismo. Isabel Rubio de Miguel
Hasta los años 80 prácticamente no se conocían enterramientos al aire libre, debido a la mayor facilidad de prospección de las cuevas. Estos enterramientos eran parecidos a los del Epipaleolítico, siendo individuales o dobles, en posición encogida y rodeados de piedras. Uno de los mejores exponentes es la cueva de Nerja (Pellicer y Acosta, 1997:154-157). En los últimos tiempos se ha documentado un mayor número de yacimientos al aire libre, como el de Cerro Virtud. Se trata de un enterramiento en fosa, al aire libre del Neolítico Medio andaluz, entre el 5100 y el 4500 a.e. Si para enterramientos en cueva aparecen asociados a zonas de actividad, no suele ocurrir lo mismo para enterramientos al aire libre, donde hay algunos asociados a zonas de actividad y otros que no. Lo mismo ocurre con los elementos de ajuar, que tampoco constituyen una pauta común en todos los enterramientos del neolítico meridional. Será durante el Megalitismo cuando comienzan a generalizarse las pautas de enterramiento ya que según Isabel Rubio, se entiende que las pautas de comportamiento responden a otro tipo de estructuras sociales. El que no se imponga un modelo desde el Epialeolítico hasta el Megalitismo, indica que es poco probable la llegada de nuevas poblaciones según el modelo de Ammermann y Cavalli-Sforza, 1984, o el modelo dual de Bernabeu, 1996, rechazando la teoría de sustitución poblacional. Ignacio Montero Ruiz Precisiones Sobre el Enterramiento Colectivo Neolítico de Cerro Virtud, Trabajos De Prehistoria 1999
Según Pilar Acosta Martínez (Las culturas del neolítico y calcolítico en Andalucía Occidental,1995), para el Neolítico Antiguo de Andalucía Occidental, el enterramiento se practica en cueva, tanto sepulcral como de habitación. El hallazgo más importante se efectuó en la Dehesilia, donde se descubrieron varios enterramientos individuales y múltiples adultos e infantiles, en posición encogida y decúbito lateral, protegidos por piedras, con un ajuar de vasitos con ocre, laminitas de silex, fragmento de pectúnculo y caracoles, con indicios de cremación y algún cráneo pintado de ocre. En esa misma región para el Neolítico Medio establece que el enterramiento se practica en las mismas cuevas de habitación con inhumación individual, estando el cadáver encogido y protegido por piedras, sin detectarse ajuares, solamente con ocre y caracoles (Dehesilla). En otros casos, se entierra en simas, grietas y galerías estrechas (Hoyo de la Mina, Tesoro, simas de Benaocaz) con ajuares de vasos. Es frecuente la aparición, en las cuevas de habitación, de restos humanos dispersos. Para el Neolítico Final, siguiendo el anterior hábito, se entierra en cuevas de habitación (Dehesilla), donde predominan los enterramientos infantiles. Se iniciala tendencia al enterramiento múltiple, según se desprende de los primeros megalitos que emergen, al parecer en el neolítico final, posiblemente de origen portugués alentejano, si nos atenemos a las fechas radiocarbónicas. Las primeras muestras megalíticas estarían representadas por algunos dólmenes complejos afines a las galerías cubiertas de Huelva (Pozuelo, Gabrieles). El conjunto de estructuras ya megalíticas, de tendencia circular, rectangular y en fosa, con enterramientos dobles o individuales de Alcalá del Valle (Cádiz), según sus ajuares con elementos neolíticos, son claro exponente de la temprana aparición del nuevo rito.
Para el estudio de los restos funerarios existe una escasez de excavaciones sistemáticas, y muchos de los materiales proceden de excavaciones clandestinas del que se desconoce la forma original, lo que produce un sesgo de información. Para el yacimiento de La Molaina en Granada se han restos asociados a zonas de habitación, con individuos inhumados en posición fetal, con conchas perforadas con restos de almagra roja. En la Dehesilla, en Cádiz, siguen existiendo inhumaciones dentro de la misma área de ocupación, en fosas pequeñas cubiertas de piedras con ajuares escasos, atestiguándose el uso de ocre, también documentado en el Hoyo de la Mina. Por otro lado, en este mismo yacimiento, en fases del Neolítico Antiguo, hay evidencias de un hueso humano quemado, lo que podría señalar prácticas de cremación. También aparecen enterramientos infantiles sin protección y sin la posesión de ajuar. Por otro lado hay casos donde se han desarrollado prácticas rituales, todos en la provincia de Granada a excepción de Nerja. De ese modo, en la cueva de Malalmuerzo de Moclín, en los Mármoles, en la cueva de Las Tontas, en la cueva de las Azuelas, en Las Mayólicas y en la cueva de la Cariguela aparecen restos humanos con evidencias de descarnamiento intencional en un porcentaje pequeño del total de individuos encontrados, sin distinción de edad y sexo. Los autores consisten en calificarlas de “autopsias” post-mortem, aparecen cráneos en los que e han realizado trepanaciones, decapitaciones post mortem y, para el caso de la Carigüela, un cráneo-copa. Pero se trata de prácticas del Neolítico Reciente, al igual que los enterramientos tubulares de la cueva de Nerja. De estas prácticas pueden darse dos interpretaciones: ritual funerario o canibalismo. Para el primer caso surge el inconveniente de que los restos con estrías deberían ser mucho más abundantes, y en yacimientos como el de La Cueva del Malalmuerzo representan un 6,74% del total, en el caso de que las estrías sean contemporáneas a las inhumaciones, lo cual se ignora. El caso del canibalismo parece más aceptado, por la disposición ne la que aparecen los huesos y la presencia de cremaciones y huellas de cocción, así como el hecho de que se encuentren junto a otros desperdicios faunísticos. Jimenez Brobeil (1990) y Rubio de Miguel (1990)