Por un lado, se cocina la pasta hasta el punto que se desee, en abundante agua (dicen los expertos en esto que debe ser un litro de agua por cada 100 g de pasta) y con la sal necesaria. Es importante que la pasta no esté sosa, sino en su punto de sal (recordemos que la salsa lleva Coca-Cola, que es dulce, y esto hay que contrarrestarlo). Se puede echar un poco de aceite para que no se pegue.
Mientras rompe a hervir el agua, se echa la pasta y vuelve a hervir y se cuece, aprovecharemos para hacer la salsa.
En una sartén hermosa (en la que quepa después la carne picada), ponemos aceite. Cuando esté caliente, añadimos el ajo bien picado hasta que se dore, momento en el que pondremos la carne picada para que se fría.
Este es un buen momento para probar la carne, y añadir la sal que precise.
Una vez que la carne picada esté más o menos hecha, abrimos la botella de Coca-Cola y vertemos su contenido en la sartén hasta que cubra la carne. No es necesario usar los 2 litros: basta con que la cubra.
Dejamos que la Coca-Cola hierva y que la carne se vaya cociendo, tomando su sabor, hasta que se haya evaporado casi totalmente.
En ese momento, añadimos el tomate frito, y volvemos a probar de sal, añadiendo si es necesaria.
Aprovechando que tienes el salero a mano, prueba la pasta que está cociendo, y añádele sal si es necesario. Y quítala antes de que se pase.
Escurrimos la pasta y la mezclamos bien con la salsa. Si vemos que la salsa ha quedado clara, añadimos más tomate frito a discreción.